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NOTA: Esta carta refleja individualmente la iniciativa personal de los hombres católicos que la firmaron. Las afiliaciones profesionales se enumeran sólo con fines de identificación. Esta carta no está patrocinada por ningún grupo u organización.

5 de Septiembre de 2018

Estimado Santo Padre y estimados obispos de los Estados Unidos:

Nos dirigimos a ustedes como laicos católicos, somos esposos fieles, padres, líderes empresariales, abogados, comerciantes, médicos, profesores, maestros, artistas y líderes de los apostolados laicos católicos. Fundamentalmente somos hombres enamorados de Cristo y de su Iglesia, y es por esta razón que les suplicamos que purguen la corrupción que ha desfigurado tan grotescamente el rostro de la Novia de Cristo. Los escándalos actuales han puesto a nuestras esposas, hermanas, hermanos y niños en peligro. Por lo tanto, hacemos eco a las palabras que Santa Catalina de Siena le dirigió al Papa Gregorio XI, te suplicamos que “no duermas más y que levantes valientemente el estandarte [de Cristo]”. La Iglesia necesita purificación, y en la virtud de sus cargos como nuestros pastores, no hay ningunos más competentes que ustedes para desempeñar esta purificación. Les rogamos que lo lleven a cabo y sin demora.

Tomando valor de San Pablo, y sabiendo que “Donde el pecado abunda, sobreabunda la gracia” (Rm 5:20), estamos extremadamente afligidos por los abusos recientes. Hemos leído las acusaciones en contra del Arzobispo Theodore McCarrick, el informe del Gran Jurado sobre la Iglesia en Pennsylvania, el abuso horrible en Honduras, Chile y Australia, y el crecimiento progresivo de los informes referentes a la actividad homosexual clerical, la pedofilia y la ephebophilia globalmente en todo el presbiterio. Más recientemente, hemos leído el testimonio del arzobispo Carlo Maria Viganò alegando que varios obispos en altos cargos de la Santa Sede y en los Estados Unidos han encubierto el abuso sexual, comprobando una corrupción sistémica y generalizada en toda la jerarquía de la Iglesia.

Santo Padre, le venimos a usted en busca de respuestas. Usted personalmente se ha enfrentado a algunas acusaciones formuladas por el Arzobispo Viganò, alto funcionario de la Iglesia. Además, varios obispos en los Estados Unidos han declarado públicamente que creen que estas acusaciones deben estar investigadas. Le imploramos que las afronte y específicamente, le solicitamos que responda las preguntas planteadas por nuestras hermanas en la carta emitida el 30 de Agosto de 2018.

Sin embargo, independientemente de la veracidad de las alegaciones del Arzobispo Viganò, nuestra preocupación sobre la corrupción permanece firme. En medio de los abusos generalizados, encubrimientos y fallas jerárquicas, ¿qué están haciendo ustedes y qué harán ustedes para proteger al pueblo de Dios? Les insistimos que respondan a esta pregunta sencilla, ya que el costo de la corrupción episcopal es catastrófico. Actualmente, muchas familias se contraponen a enviarles a sus hijos al seminario. Los esfuerzos en evangelización se han paralizados. Y la desconfianza de los donadores pone en peligro la capacidad de la Iglesia en servir a los pobres, en mejorar el medio ambiente y en llevar a cabo obras de misericordia. Una madre católica ha dicho que esta crisis o revitalizará a la Iglesia o engendrará un éxodo. Les suplicamos que fomenten la revitalización a través de una purificación radical, dándose cuenta que ustedes corren el riesgo de perder credibilidad ante millones de católicos.

Santo Padre, nosotros nos comprometemos personalmente a nuestra propia pureza y a la purificación de la Iglesia. Recordamos las palabras de nuestro Señor en Juan 8:7: “El que está entre ustedes sin pecado, sea el primero en tirar la piedra”. Todo pecado, incluyendo el nuestro, debilita la Iglesia. Como hombres, todos debemos tener la fuerza para buscar la santidad del Señor. Por esta razón, comenzaremos con nosotros mismos, examinando nuestras propias conciencias y renovando nuestro propio compromiso con la castidad. Trabajaremos para fortalecer a nuestras propias familias, especialmente a nuestros hijos y a nuestras propias comunidades. Además, los firmantes de esta carta se comprometen a un ayuno serio y difícil durante los próximos diecisiete viernes, comenzando este viernes, el 7 de septiembre hasta el final del año (calendario). No cederemos. Abrazaremos el sufrimiento como penitencia por nuestros propios pecados y los pecados de la Iglesia. No deseamos nada más que convertirnos en santos en medio del escándalo.

Santo Padre y Obispos de los Estados Unidos, abogamos por justicia para las víctimas de abuso. Unimos nuestras voces a las de los obispos que han pedido una investigación de la jerarquía de la Iglesia, tanto en nuestro país como en el Vaticano. Esta investigación debe estar llevada a cabo por hombres y mujeres fieles. Además, les alentamos a otros grupos a levantar sus voces redactando más cartas como la presente.

Finalmente, le alabamos a nuestro Señor Jesucristo, quien en su abundante misericordia fundó su Iglesia: una, santa, católica y apostólica. Afirmamos nuestra esperanza por el futuro de la Iglesia. Les pedimos que sean valientes y sin temor. Afirmamos nuestro afecto y gratitud por los santos sacerdotes y obispos que nos han servido fielmente como administradores de los misterios de Cristo. La historia de la Iglesia ha visto muchas estaciones. Sin embargo, después de la temporada oscura del invierno llega la primavera, y rezamos por que las dificultades del presente estén superadas por las victorias que están por venir. Confiando en nuestro Señor Jesucristo, tenemos plena confianza en que la luz de la Santísima Trinidad romperá la oscuridad presente y revelará la belleza plena de nuestra amada Iglesia.

Les prometemos nuestras vidas, nuestros talentos, y nuestros recursos para la purificación y la renovación de la Iglesia Católica. Confiando en la intercesión de la Santísima Madre, lucharemos por esta causa hasta el final.

 

Sus hijos y hermanos en Cristo,

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